El periodo conocido como la Colonia o el Virreinato empieza en el siglo XVI, cuando los españoles, al mando de Hernán Cortés, conquistaron la antigua México-Tenochtitlan. Así fundaron la Nueva España, nombre que los conquistadores le dieron a la actual ciudad de México.
Los españoles trajeron consigo epidemias, cuales les dieron pauta para crear hospitales que atendieran a su principal materia de trabajo, es decir a los indios. No obstante, no solo fue una conquista de poder sino que también de ideología.
La atención médica estuvo prácticamente en manos de la Iglesia; ésta concentró sus esfuerzos en la medicina curativa, creando o atendiendo hospitales en donde daba asistencia al necesitado.
Durante el Siglo XVI, se crearon hospitales generales y otros especializados para alguna enfermedad en particular, esto con el fin de evitar contagios. Los primeros hospitales los fundó el propio conquistador Hernán Cortés y fueron el Hospital de Nuestra Señora de la Concepción abierto entre 1523 y 1524, y el segundo fue el Hospital de San Lázaro, abierto entre 1521 y 1524 y destinado a los enfermos leprosos.
El hospital se construyó en las afueras de la ciudad, para evitar que el aire llevara los gérmenes nocivos conocidos como “miasmas”. A pesar de que se tomaron en cuenta ciertas medidas de
carácter preventivo en el establecimiento del Hospital, no fueron suficientes, ya que en 1528 el oidor Beltrán Nuño de Guzmán ordenó acabar con el nosocomio.
Otro hospital especializado fue el del Amor de Dios, destinado a los enfermos de sífilis, bubas o mal gálico, fundado hacia 1539 por el primer obispo de la Nueva España fray Juan de Zumárraga. Este nosocomio siempre tuvo salas para hombres, para mujeres, para los enfermos que estaban bajo el tratamiento de las unciones y para convalecientes. En él trabajaban médicos, cirujanos mayores, cirujanos segundos, enfermeros, barberos y untadores de las unciones mercuriales, remedio común para combatir el morbo gálico.
Dentro de los hospitales que cobraron importancia en la ciudad de México, está el Hospital Real de Naturales, fundado en 1553 y dedicado exclusivamente al cuidado de cualquier enfermedad de los indios, hombres o mujeres. Respecto a la organización de este Hospital, sabemos fue financiado directamente por la corona y regido por más de dos siglos por seglares. Los sacerdotes intervenían únicamente en los asuntos de orden espiritual
Debido al constante brote de epidemias, fue necesario establecer hospitales no sólo en la capital de la Nueva España, sino también en la provincia; dentro de ésta, sobresalió el insalubre puerto de Veracruz, que era la entrada de los españoles a la Nueva España. Las condiciones climáticas, geográficas y antihigiénicas favorecían las enfermedades en el lugar. También es de mencionarse la obra hospitalaria que el obispo Vasco de Quiroga desarrolló para los indígenas en el actual estado de Michoacán, en la cual hospedaba a los peregrinos, recogía a los huérfanos, albergaba a los desvalidos y cuidaba a los enfermos. El primero que fundó, hacia el año de 1532, fue el Hospital de Santa Fe de México.
La lista de hospitales fundados en el periodo virreinal es muy grande y en todos ellos la Iglesia ocupó un papel relevante; su actividad se enfocó fundamentalmente a la asistencia médica. En el marco de la salud pública, la iglesia se ocupó básicamente de medidas curativas o rehabilitantes y los organismos laicos, de medidas preventivas y del saneamiento del ambiente.
Debido al constante brote de epidemias, fue necesario establecer hospitales no sólo en la capital de la Nueva España, sino también en la provincia; dentro de ésta, sobresalió el insalubre puerto de Veracruz, que era la entrada de los españoles a la Nueva España. Las condiciones climáticas, geográficas y antihigiénicas favorecían las enfermedades en el lugar. También es de mencionarse la obra hospitalaria que el obispo Vasco de Quiroga desarrolló para los indígenas en el actual estado de Michoacán, en la cual hospedaba a los peregrinos, recogía a los huérfanos, albergaba a los desvalidos y cuidaba a los enfermos. El primero que fundó, hacia el año de 1532, fue el Hospital de Santa Fe de México.
La lista de hospitales fundados en el periodo virreinal es muy grande y en todos ellos la Iglesia ocupó un papel relevante; su actividad se enfocó fundamentalmente a la asistencia médica. En el marco de la salud pública, la iglesia se ocupó básicamente de medidas curativas o rehabilitantes y los organismos laicos, de medidas preventivas y del saneamiento del ambiente.
Dado el alto número de enfermedades y las constantes epidemias que aparecían en la ciudad de México, era indispensable contar con un programa de salud pública, en el S. XVII hubo epidemias de cocoliztle, sarampión, viruela, tabardillo, pestes, catarros, dolor de costado y diarrea (considerada como una enfermedad en sí y no como un síntoma) y para el siglo XVIII, además de éstas, cabe agregar la de matlazáhuatl, aunque la peor de todas ellas fue la de la viruela. Por ejemplo, en el siglo XVIII esta enfermedad apareció en 1707, 1760, 1778, 1779, 1790, 1796-1798, por lo que era inminente detenerla.
Todas las epidemias citadas cobraron muchas vidas. Es difícil hablar sobre el número de habitantes en la Nueva España del siglo XVI debido a que no había censos; Gibson7 señala que la ciudad de México al momento de la conquista tenía una población entre 250 mil y 400 mil habitantes; se ha calculado que entre 1519 y 1600 la población indígena descendió entre un 75 y 80%, mientras que la población europea fue en aumento. Peter Gerhard sostiene que a partir de 1620 hubo en la mayoría de las regiones una recuperación demográfica continua, hecho parcialmente explicable porque la población indígena sobreviviente adquirió inmunidad a las enfermedades que llegaban. El segundo conde de Revillagigedo mandó elaborar el primer censo en 1790 y, según éste la Nueva España tenía entonces una población de 4, 603,772 habitantes, de los cuales 104,750 ocuparon la ciudad de México.
Acciones contra las epidemias
El problema de las epidemias se enfrentó de diversas maneras, siempre acordes al pensar de la época. Cuando parecía surgir una, las autoridades gubernamentales, valiéndose de los reportes de los médicos y de los curas, sobre casos de enfermedad y de defunciones, emitían bandos cuyo contenido consistía en medidas preventivas y curativas. Respecto a estas últimas, se recurría a las sangrías, lavativas, ungüentos, cataplasmas y acciones de carácter religioso
En todo esto las ideas religiosas jugaron un papel muy importante. Se imploraba a las oraciones, misas, rogativas, etcétera. Como bien señala Pescador, las rogativas públicas y las procesiones fueron fiel reflejo de la reacción social ante lo incurable, pero no creemos, como él afirma, que los propios virreyes y autoridades políticas aceptaran que el verdadero remedio al mal fueran las oraciones fervientes dirigidas a Dios, a la Virgen y a los santos, para implorarles protección.
El catedrático José Ignacio Bartolache publicó un folleto en 1779 donde presentó once medidas que debían seguir los que padecieran de viruela, y entre ellas cabe mencionar la limpieza física y la del entorno. En relación al aspecto asistencial o curativo, se llevaron a cabo medidas como el abastecimiento de productos a los hospitales, el establecimiento de centros asistenciales, el nombramiento de supervisores para inspeccionar los lugares donde hubiera enfermos y la solicitud de donativos.
En la epidemia de viruela de 1779, los encargados del Hospital de San Juan de Dios solicitaron ayuda al virrey Martín de Mayorga, quien gobernó de 1779 a 1783; en particular, le pedían 100 camas de madera, colchones, mantas, alimentos y medicinas. Por su parte, el arzobispo Alonso Núñez de Haro y Peralta fundó un hospital de emergencia en el edificio que había sido Colegio de San Andrés, donde estableció 300 camas, pues los hospitales que había hasta el momento de la epidemia de 1779 eran insuficientes. A partir de ese año se creó el Hospital de San Andrés, que ocupó un papel muy importante no sólo en los últimos años del periodo virreinal, sino también durante todo el siglo XIX. Este nosocomio, que fue el último que se abrió en el periodo virreinal, fue el primero que representó un hospital general en sentido moderno, ya que contó con salas para enfermos de diversas especialidades, en las que se llevaban a cabo trabajos de investigación por parte de los profesores de la carrera de medicina y de los estudiantes.
En diciembre de 1797, el virrey marqués de Branciforte, quien gobernó de 1794 a 1798, afirmó que en la ciudad de México se habían registrado 44286 enfermos, de los cuales únicamente 8566 contaban con medios personales para atenderse y 35720 requirieron ayuda de las instituciones de caridad.
Quedó establecido que todos los párrocos, médicos y jueces tenían la obligación de dar aviso sobre los casos de viruela que llegaran a detectar. Un método más de prevención fue la inoculación, que se empezó a aplicar durante la epidemia de viruela de 1779. El método consistía en identificar brotes incipientes de viruela, tomar líquido de las pústulas y trasplantarlo a individuos sanos, particularmente a los niños no inmunizados. Con esta técnica se creaba una leve infección, por lo general benigna, que daba más posibilidades de supervivencia que la infección por contagio natural.
En el hospital de San Hipólito se destinó una sala para realizar las inoculaciones a todo aquel que lo solicitara. A pesar de que la aplicación de la inoculación durante la epidemia de 1779 fue gratuita para el pueblo, no todos acudían a su aplicación, había mucho temor por parte de la población. Su práctica se generalizó hasta la epidemia de 1797. El método de la inoculación fue aprobado por los integrantes del Tribunal del Protomedicato, por el arzobispo Alonso Núñez de Haro y Peralta y por el gobierno, aunque el virrey Branciforte tuvo sus dudas sobre la efectividad de la inoculación. La salud pública culminó en el México virreinal, al ponerse en práctica la vacuna contra la viruela, descubierta por el médico inglés Eduardo Jenner en 1798. En la Nueva España se difundió la noticia de su hallazgo a través del periódico La Gazeta de México, donde se decía. “La operación de la vacuna es fácil y poco dolorosa, pues consiste únicamente en hacer en la piel algunas ligeras picaduras o incisiones con la punta de un instrumento mojado en el fluido que se halla en los granos vacunos”.
El doctor Muñoz estableció el centro de vacunación en la Parroquia de San Miguel, donde permaneció hasta 1842. Con el descubrimiento de la vacuna contra la viruela y el trabajo desempeñado por Balmis, la medicina venció un reto más. Esta fue la primera medida verdaderamente preventiva; fue una campaña con una utilidad sanitaria inigualable.